La baja natalidad y el aumento en la
expectativa de vida explican por qué el sistema de reparto no mejoraría las
pensiones.
En 1980, Chile
tomó la decisión correcta de sustituir el sistema de pensiones basado en un
mecanismo de reparto, por uno de capitalización individual. En un sistema de
reparto, la población activa paga cotizaciones con las que se pagan las
jubilaciones de los pensionados, y en uno de capitalización individual, los activos
contribuyen con ahorros para construir un fondo propio que será usado para
financiar su pensión.
La decisión
de reemplazar el sistema de reparto por uno de capitalización individual
respondió a la inviabilidad de sostenerlo en un contexto de tasas de fertilidad
decrecientes, con una población cada día más sana y con expectativas de vida
crecientes, lo que invariablemente llevaría al colapso de las cajas de
previsión.
El
funcionamiento del sistema de reparto está fuertemente influenciado por los
cambios demográficos. En Chile hay una fuerte caída en la tasa de fertilidad.
En 1960, una mujer tenía en promedio 5,6 hijos, en 2012, solo 1,83. También hay
un fuerte aumento en las expectativas de vida. A inicios de los ´80, esta
última llegaba a 71 años, y hoy ha aumentado a más de 80 años.
En teoría
el sistema de reparto podría funcionar y entregar pensiones similares a la
renta que se tenía al momento del retiro. Sin embargo, para que ello ocurra, se
requiere que el crecimiento de la población activa supere al de aquellos que se
están retirando, o que las tasas de crecimiento de la economía y de remuneraciones
sean elevadas para que los trabajadores activos puedan contribuir con
cotizaciones mayores.
Si hoy la
tasa de cotización de una persona activa es del 10% de su salario, en un
sistema de reparto para que ella pueda recibir una pensión equivalente a su
sueldo, se requiere que existan 10 personas activas con un salario similar que
contribuyan cada una con un 10% para financiar la pensión de quien ya se ha retirado.
En 1980 las
personas con edades entre 20 y 65 años estaban en una razón de 10 a 1 respecto de quienes
tienen más de 65 años. Pero, en 2015, los
chilenos entre 20 y 65 años están en una razón de 6 a 1 respecto de las mayores
de 65 años.
Si, además, las proyecciones son de que las expectativas de vida sigan aumentando y la tasa de fertilidad disminuya algo más, se dará que la proporción de personas con edades por sobre los 65 aumentará aún más respecto de los que tienen entre 20 y 65. Para el año 2040, se proyecta que dicha razón será de menos de 3 a 1.
Y, con
ello, la carga para lo población activa, en términos de contribuir con sus
cotizaciones al financiamiento de las pensiones de los retirados, no será
sostenible, y llevará a pensiones cada vez menores; excepto, que el sistema y
el país se endeude, o desprenda de patrimonio, para financiar el déficit
creciente que, por el bajo número de cotizantes y un número creciente de
beneficiados, se va creando en la economía.
Les dejo una pregunta para comentar: Con una proporción de trabajadores entre 20 y 65 años que será cada vez menor, ¿es la decisión correcta amarrar las pensiones a las cotizaciones que puedan aportar los activos?
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